HOMENAJE DEBIDO. CARLOS FRANCO, EL SOÑADOR

lunes, 26 de diciembre de 2011

Se interesó siempre por la democracia en el sentido de la igualdad de oportunidades y de la necesidad de participación de todos. 


POR MARIA DEL PILAR TELLO
mptello2@gmail.com
http://blogdemariadelpilartello.blogspot.com/

El Perú ha perdido a Carlos Franco sin todavía darle el homenaje que merece su ejemplar trayectoria de vida como distinguido intelectual, cabeza de generación y activista de las mejores causas nacionales y populares. Ha perdido un verdadero valor académico, político y humano.

Fino y profundo autor de textos esenciales de la ciencia política en nuestro continente, Carlos fue reconocido por su brillantez y también por su proverbial afabilidad y sencillez que lo hicieron amigo y maestro de muchos intelectuales y políticos de la izquierda democrática.

Carlos Franco ligó su nombre, pensamiento y vida a la necesidad del cambio social en nuestro país y en nuestro continente. Esa preocupación vital impregnó sus amaneceres que lo encontraron desvelado, leyendo y precisando conceptos que vinculaba con singular claridad, maestría y profundidad.

Carlos Franco ligó su nombre, pensamiento y vida a la necesidad del cambio social en nuestro país y en nuestro continente.


Se interesó siempre por la democracia en el sentido de la igualdad de oportunidades y de la necesidad de participación de todos. A ella dedicó sus mejores afanes desde su reducto del Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación (CEDEP) junto a un selecto equipo de amigos, íntegros intelectuales peruanos, con quienes editó la revista Socialismo y Participación.

Su sensibilidad social y su búsqueda reformadora lo llevaron a involucrarse, desde la trinchera civil, en la revolución velasquista en la que creyó y a la cual inspiró en lo que tuvo de democracia participativa. El primer gobierno del Apra le dio esperanzas de que algo se podría hacer por las mayorías abandonadas a su suerte. Pensó, escribió, estudió, activó y apostó con ilusión de soñador impenitente.

No siempre acertó y asimiló muchas frustraciones que sin embargo no amargaron su sonrisa tranquila y dulce, ni su invariable afecto para con sus amigos.

Como politólogo deja obras claves para la disciplina sobre el carácter del populismo en América Latina y la naturaleza de las transiciones de la dictadura a la democracia formal. Su libro “Acerca del modo de pensar la democracia en América Latina” (1998) es de obligada consulta para las escuelas de Ciencia Política pues aborda las limitaciones de la participación popular. Uno de sus textos más conocidos es Imágenes de la sociedad peruana: la otra modernidad (1991), donde define el proyecto democrático, nacional y popular.


Su libro “Acerca del modo de pensar la democracia en América Latina” (1998) es de obligada consulta para las escuelas de Ciencia Política pues aborda las limitaciones de la participación popular.


Bien lo describe Mirko Lauer, uno de sus grandes amigos “Carlos Franco fue un hombre bondadoso y amable, un espíritu sonriente, lector enciclopédico, conversador eximio y de largo aliento, caminante infatigable”. Quienes tuvimos el privilegio de su amistad, de conocerlo y escucharlo, lo vimos siempre entregado a su tarea misión, aunque en tertulias y en reuniones amicales no dudara en coger la guitarra y cantar. Deja un inmenso vacío intelectual, político, académico.

A entristecidos y agradecidos amigos y discípulos. Uno de ellos dice de él “No recuerdo un profesor más afable al tiempo que inteligente. Paciencia y saberse que uno no tiene la última palabra en el análisis de la política es lo que aprendí de él. Pero también la crítica indignada de las relaciones políticas desiguales, legitimadas por una cultura y una ideología ad hoc a la desigualdad”.

Su estela de humanidad, amor y brillo intelectual es sólo de grandes y distinguidos espíritus. Mi solidaridad y condolencias para Carmela Mayorga, su gran amiga y compañera inseparable, y para sus hijos, amigos de los míos, con quienes formó una maravillosa y ejemplar familia. Honor al honor.

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